Miguel Mateos celebra 40 años de Rockas Vivas: “Nunca me vendí”

Miguel Mateos cumple 40 años de su obra más emblemática con un show sold out en el Movistar Arena. Y no se guarda nada: “Fui consistente en mi carrera, nunca me vendí”.

Rockas Vivas fue más que un disco: fue un manifiesto generacional. Editado en 1985 con registros de cuatro noches incendiarias en el Teatro Coliseo, se transformó en el primer álbum superventas del rock argentino, algo insólito para un disco en vivo. Medio millón de copias despachadas, disco de diamante, un antes y un después para el público y la industria.

Hoy, a sus 71 años, Mateos está listo para volver a encender esa chispa. Este jueves 3 de julio celebrará las cuatro décadas de Rockas Vivas en el Movistar Arena, con entradas agotadas, antes de emprender una gira nacional e internacional.

“Vivía acá, este era mi comedor y al mismo tiempo la sala de ensayo. Así que esta casa tiene que ver con esa historia”, cuenta el músico, sentado en su estudio del barrio de Liniers. Se lo nota nostálgico pero filoso. “No sabíamos qué carajo estábamos haciendo. Y eso era lo maravilloso”.

Mateos se propone revisitar el disco con su banda actual y una sección de caños, respetando un 80% de la versión original. “Vamos a mantener esas libertades de improvisación, ese noise que quedó grabado en cinta y es parte de la gloria del disco”, promete.

Si algo caracteriza a Rockas Vivas es su potencia a prueba del tiempo. “Cuando lo escucho me sigue asombrando la fuerza intrínseca de esas canciones”, reflexiona. “El disco recoge la new wave del primer Zas, el rock and roll más crudo de Huevos, el pop rock de Tengo que parar. Fue sangre, sudor, lágrimas, borrachera, enfermedad, insomnio… Todo eso está ahí”.

El show será también un homenaje íntimo. “Me lo voy a dedicar a mí y a mi hermano Alejandro. Somos como los Gallagher buenos del Sur. Algunos músicos de esa época ya no están. Pero la esencia sigue viva”.

Sobre el contexto original, Mateos no se guarda detalles: “Las condiciones eran paupérrimas. Sacamos oro del barro. No teníamos consolas de 24 canales, apenas una de 16 para grabar todo. Hoy solo la batería te ocupa eso. Pero así quedó para siempre”.

El impulso para revivir Rockas Vivas llegó en parte de un contraste generacional con su hijo Juan, que toca con él. “Vino con una app que hace música de todo tipo. Y me resistí. Fue la gota que derramó el vaso. Nuestras canciones eran lo opuesto a eso. Por eso hay que celebrarlas”.

Sin pudores con el homenaje, Mateos dice que se siente preparado para revisar su obra con honestidad. “Fui consistente en mi carrera. Nunca me vendí”, lanza, como declaración de principios.

Para un disco que fue un manifiesto en medio de la transición democrática, la reedición en vivo no es nostalgia vacía: es un acto de fe rockera. Un gesto de libertad. Y, como él dice, “una celebración sin pruritos”.

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